lunes, 26 de noviembre de 2012

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El padre Hugo Gálvez está seguro que con mucho esfuerzo y cariño la comunidad parroquial logrará renacer.


Los feligreses de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Esmeralda, comuna de Colina son reconocidos por la religiosidad popular y la entusiasta participación de cada domingo. Por eso, hay quienes desde temprano comienzan a llenar el templo para ser partícipes en primera fila de la Eucaristía.
Los que no alcanzan asiento se acomodan en cada espacio libre: los demás deben escuchar atentamente desde la calle.
“El fin de semana llegan unas 250 personas, pero siempre queda la mitad afuera. Y es que la gente ama la Eucaristía: Si la misa demora 45 minutos se asustan. Tiene que durar una hora 25 minutos”, afirma su párroco Hugo Gálvez, de origen colombiano.
El padre Hugo Gálvez está seguro que con mucho esfuerzo y cariño la comunidad parroquial logrará renacer.

El sacerdote es consciente que la piedad popular manifestada por feligreses es un don. “Es un tesoro que hay que evangelizar, tal como lo dice Aparecida”, explica.
La comunidad de Esmeralda se constituyó hace más de cinco años con la llegada de sacerdotes colombianos. Se desprendieron de la parroquia Inmaculada Concepción de Colina. Fueron una capilla, luego una unidad pastoral y hace dos años son parroquia.

De a poco formaron pastorales. Existía mucha presencia juvenil, participación de scouts, infancia misionera, nazarenos y cuasimodistas. La existencia de esta linda comunidad trascendió las fronteras haciendo que nuevos movimientos religiosos llegaran a prestar servicios al lugar. Estos grupos fueron bienvenidos pero, con el tiempo las comunidades existentes fueron disminuyendo. Algunos simplemente se retiraron y otros se sumaron a estas nuevas instancias.

Gente preciosa por pulir


Los feligreses de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús de Esmeralda, comuna de Colina Ubicada en la plaza de Esmeralda, son reconocidos por la religiosidad popular y la entusiasta participación de cada domingo. Por eso, hay quienes desde temprano comienzan a llenar el templo para ser partícipes en primera fila de la Eucaristía.
Los que no alcanzan asiento se acomodan en cada espacio libre: los demás deben escuchar atentamente desde la calle.
“El fin de semana llegan unas 250 personas, pero siempre queda la mitad afuera. Y es que la gente ama la Eucaristía: Si la misa demora 45 minutos se asustan. Tiene que durar una hora 25 minutos”, afirma su párroco Hugo Gálvez, de origen colombiano.